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  • Foto del escritorMaría Turón

Rafael Macarrón.

Uno de los artistas españoles con más proyección internacional y que vende toda su obra en todas sus exposiciones.






Rafa Macarrón, empezó a pintar a los 25 años, de forma autodidacta, aunque siempre dibujaba en su infancia. Fue fisioterapeuta y ciclista profesional, pero el arte formaba parte de su ADN y fluyó en cuanto pudo. Sus padres arquitectos y coleccionistas de arte, viajaban constantemente para ver obras arquitectónicas de otros países. Rafa creció libre para formar su propio criterio de las cosas.


Goya, el mejor pintor del mundo. Las Meninas, de Velázquez, el mejor cuadro de la historia, pero todo empezó cuando quedó fascinado al ver a Picasso. Fue quien le estimuló para empezar a dibujar, cuando tenía 4 años.



En su estudio de Las Rozas, en Madrid, se respira libertad. Hay dibujos en las baldosas del suelo, por las paredes y hasta en la puerta del taller. Sus figuras deformadas protagonizan su obra y dan la bienvenida a cada visitante.



Es un artista muy exigente con su trabajo y muy constante; si algo no le gusta demasiado, lo rompe y pasa a otra cosa. Sus padres, su mujer, su hermano, también arquitecto, y su cuñada (nieta del artista Eduardo Chillida), son su primer y más duro jurado. Cuando algún cuadro les gusta a todos, es que es realmente es bueno.

"Tengo dibujos en los libros del colegio, en el listín de teléfonos, estaba todo el día con el lápiz en la mano", recuerda.



"Me levanto a las seis, voy al estudio y leo una o dos horas, por la mañana, que es cuando la luz es buena. Trabajo en el fondo del cuadro. Para eso soy muy maniático, soy incapaz de empezar un cuadro por la tarde", explica... A la una se toma un descanso, sale a correr y después come y retoma la tarea hasta las siete. "Llego a una hora a casa en la que también puedo estar en familia, ceno y me acuesto pronto. Esa disciplina me la ha dado la bici, si no no me daría tiempo a nada. Sin ella todo sería caótico", señala.

Una de sus máximas es no perder el tiempo. Intenta no tardar más de una semana en acabar un cuadro, porque si no pierde frescura. Empezó a dejar los dibujos de los bocetos de sus cuadros, ya que veía que le gustaban más y resultaban más frescos, que la propia obra terminada.




Alguien le aconsejó una vez, que no fuera a la Escuela de Bellas Artes porque, efectivamente, le podrían enseñar técnica, a ser pintor o escultor, pero no a ser artista. El genio que llevaba dentro, debía encontrarlo y explotarlo él solo.





Fuente: María Tapia para Fuera de Serie 2018.








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